Una vida de perros (XII). Hay bultos y… bultos.

Una vida de perros.

Una vida de perros.

Una vida de perros (XII). Hay bultos y… bultos. Hay muchos dueños de animales que tienen miedo de acudir a la clínica cuando detectan un bulto en su mascota por si les decimos que se trata de «algo malo». Esto da lugar a situaciones, digamos, un tanto extrañas.

Con los animales de compañía ocurre como con nosotros: nacen, crecen, se reproducen y mueren. Es Ley de vida y todos cumplimos ese ciclo más o menos largo, con mejor o peor salud. Los mismos miedos que hay en relación a la salud de las personas los tenemos también con respecto a la de nuestros animales, algo lógico en unos tiempos en los que nuestros animales son mucho más que eso.

En nuestros días son muy frecuentes las enfermedades neoplásicas y todos conocemos personas que padecen o han padecido algún tipo de cáncer ( pulmón, mama, colon, páncreas, linfático…). Con nuestros animales pasa exactamente igual que con nosotros, que a lo largo de su vida pueden desarrollar algún tipo de neoplasia y nos da miedo que nos digan que no tiene tratamiento o que le puede quedar poco tiempo de vida.

Este miedo a que nos digan lo que no queremos escuchar lleva a situaciones que pueden resultar, cuanto menos, un tanto chocantes.

Cuando tengo en la clínica alguna mascota con algún tipo de tumor no deja de venirme a la cabeza el caso de Koki, un pequeño pequinés al que yo daba por muerto ya que hacía un par de años que no aparecía por la consulta y del que tuve noticias una mañana de primavera de hace ya unos cuantos años.

El teléfono empezó a sonar nada más abrir la clínica y cuando lo cogí reconocí al momento la voz de Antonio, el propietario de Koki, que quería pedir cita para acudir a la clínica para que viera los bultos que le habían salido a Koki en las orejas. Tras saludarlo efusivamente, ya que creía que Koki había fallecido pues hacía un par de años que no tenía noticias de él, le dí cita para la tarde, a primera hora.

Tras la conversación con Antonio empecé con la rutina diaria, atendiendo las consultas y vacunas que tenía esa mañana y así fueron pasando las horas. Cuando, tras la pausa para comer y poner al día mis conocimientos ayudando a mis hijas con los deberes escolares, regresé a la clínica. Me extrañó mucho no ver a Antonio esperando en la puerta, pues él era una persona muy puntual y que me obligaba a acudir rápido a la clínica los días que lo tenía citado.

Tras esperar unos minutos y ver que no aparecía procedí a atender a otro paciente que había en la sala de espera y, entre un caso y otro se fue pasando la tarde sin que Antonio apareciera por la consulta.

Entre unas cosas y otras me olvidé de Antonio y no volví a saber más de él hasta pasado cerca de un mes desde su anterior llamada. Cuando recibí su llamada, otra mañana nada más abrir, noté que Antonio estaba un tanto nervioso.

-Buenos días, Manuel. Esto… yo… bueno…-balbuceaba el bueno de Antonio.

Al darme cuenta de que le costaba trabajo comenzar a hablar tomé yo la iniciativa intentando darle un tono animoso a la conversación.

-¿Qué hay Antonio?, voy a tener que regañarte por dejarme tirado sin saber nada de vosotros. No le habrá ocurrido nada a Koki, ¿no?

-Manuel, perdona que no te avisara el otro día pero es que estoy en un sinvivir- se disculpaba Antonio con voz apesadumbrada.-Estamos muy asustados porque hace tiempo le salieron a Koki unos bultos en las orejas y nos da miedo que sea algo malo.

-¿Desde cuándo le habéis notado esos bultos?-pregunté yo extrañado de la aparición repentina de unas tumoraciones en las orejas de un perro relativamente joven, pues Koki tenía cinco años y, que yo recordara, gozaba de una salud estupenda.-Venid para la clínica esta mañana y os busco un hueco para ver esos bultos.

Serían las once y media de la mañana cuando hicieron acto de presencia en la clínica Koki y su preocupado dueño Antonio. Nada más mirar a Koki me dí cuenta que había algo raro en él. Venía pelado, como solía hacer todos los años por esta época, pero las orejas estaban sin pelar y de las dos colgaba algo que iba arrastrando por el suelo.

Cuando Antonio se dió cuenta de que yo no dejaba de mirar fijamente las orejas de Koki me dijo:

-¿Ve Manuel? Esos son los bultos que le han salido a Koki. Ayer lo llevamos a pelar pero no quisimos que le pelaran las orejas para evitar que le hicieran daño en los bultos.

Dejé de mirar a Koki y los pasé directamente a la sala de consulta. Antonio subió al perro en la mesa y yo comencé con mi exploración. Al palpar las orejas de Koki no se notaba nada de particular y la exploración del conducto auditivo tampoco mostró nada anormal por lo que pasé a centrarme en los bultos. Eran dos masas muy duras que salían desde los bordes de la oreja, del diámetro de un dedo y de unos veinticinco centímetros de longitud. Yo no conozco ningún tumor que aparezca a la vez en zonas simétricas del cuerpo ni he leído nada acerca de ello. Al observarlo más detenidamente me dí cuenta de que los bultos no estaban completamente adheridos a la piel de las orejas por lo que cogí unas tijeras y, con mucho cuidado, fui pelando la zona, poco a poco, con mucha delicadeza. Conforme iba cortando los pelos de los bordes del primer bulto, éste se iba aflojando de su sujeción a la piel y poco a poco fue cediendo hasta que se desprendió por completo.

La cara de Antonio era todo un poema. Miraba a Koki, me miraba a mí y volvía a mirar a Koki. Pasados unos segundos de incertidumbre Antonio recuperó el habla y alarmado preguntó:

-Manuel, ¿no habrá que dar unos puntos después de quitarle el bulto? No sé cómo lo ha hecho pero es usted una maravilla. No se ha quejado nada y eso que Koki chilla por todo.

-Antonio- le dije yo intentando aguantar la risa-, claro que Koki no se ha quejado. Lo que le he quitado no es un tumor sino un amasijo de pelo y de porquería que se ha puesto duro como una piedra. ¿Desde cuándo tiene esto?

-Verá Manuel-me contestó Antonio avergonzado-, ya lleva un par de años con los bultos. Los tiene desde que dejamos de venir ya que me daba miedo que me dijese que Koki se iba a morir. Al principio eran pequeños pero han ido creciendo hasta ponerse como ya ha visto. Como me daba miedo que le cortaran los bultos no le hemos pelado las orejas desde entonces.

-Pues ahí estaba la cuestión-le contesté yo mientras ponía manos a la obra con la otra oreja-, que al no pelarle las orejas ha ido creciendo el pelo y el enredo se ha ido haciendo más grande hasta llegar al tamaño actual. Ya está lista la otra oreja y con esto queda solucionado el problema.

Aprovechando que Antonio estaba muy feliz al ver que Koki se había salvado y que ya no tenía más bultos que pusieran en peligro su vida aproveché para sacarle la moraleja a la experiencia:

-Mira Antonio, los perros, al igual que nosotros, pueden padecer distintos tipos de tumores o de cáncer. No todos los bultos que puedes encontrar en un perro son malos, ni todos buenos. Lo mejor es acudir a la consulta tan pronto notes algo extraño y cuanto antes sepamos de qué se trata, antes podremos poner remedio y, de esa manera, te habrías ahorrado dos años de sufrimiento pensando en que Koki se iba a morir. Además te has saltado las vacunas de estos dos años sólo por culpa de ese miedo y el no vacunarlo y no revisarlo anualmente es más peligroso que los dos bultos que tenía.

Antonio bajó avergonzado la cabeza pero no tardo en levantar su mirada, que se notaba radiante de alegría y me dió un fuerte abrazo. Tras la efusiva muestra de gratitud los dos salieron de la clínica prometiéndome que no volvería a ocurrir nada semejante y, puntual como un reloj, dos veces al año, aparece Antonio con Koki, que debe encontrarse muy a gusto sin tener que arrastrar por el suelo esos dos terribles bultos.

 

Aprovechamos para recordaros que en la Clínica Veterinaria OLIVARES (Granada) ponemos a vuestra disposición nuestro Servicio de Urgencias 24 horas, así como el teléfono de consulta que aparece en nuestra página (tuveterinario.info), también operativo las 24 horas para que podáis solucionar todas las dudas que os surjan sobre este o cualquier otro tema relacionado con la salud y cuidados de vuestros animales.

Manuel Olivares Martín, veterinario de la Clínica Veterinaria OLIVARES (Granada) y de tuveterinario.info

 

 

 

Comments

  • La verdad, que cada vez, estoy más desencantado con los veterinarios con los que tengo que lidiar. Soy amante de los animales, y tengo 3 perros. Hay momentos en que mi situación económico-laboral no es todo lo buena que debiera, y paso apuros… De mis 3 perros, la perrita tiene un bulto cerca de la axila derecha. Y no la llevo al veterinario, no por miedo a que le diagnostiquen algo malo (creo que no es nada mas que un bulto sebaceo, pero claro, yo no soy veterinario), sino, porque el tratamiento, o lo que le vayan a hacer, me lo van a cobrar, lógicamente, y ahora mismo mi situación no esta ni para pagar una consulta. Otro de los perros que tengo, hermano de esta (tengo al padre, a un hijo y a una hija), lleva desde el día 3 por la noche vomitando (o regurgitando), no se realmente qué, aunque creo que es lo segundo, pero bueno, vulgarmente, vomitando. Hoy lo he llevado al veterinario (me parecía más peligroso para la salud del perro que el bulto de la hembra), y al decirle antes de que lo mire, que le pagaría el lunes (ahora mismo no tengo dinero, y ando en números rojos en mi cuenta, pero esta tarde, cobro unas clases y una actuación que voy a hacer -me dedico al espectáculo-), automáticamente, no me lo ha querido mirar, y me ha recetado primperan, y que le de arroz con pollo (se lo dare sin pollo, porque ni para comprar un puñetero alón tengo)… Y este es el segundo caso que me ocupa con respecto a los veterinarios que me ha tocado lidiar… Por la TV… por las redes, todos son muy amantes de los animales, todo son recomendaciones y buenas palabras, pero a la hora de la verdad, si no vas con el dinero por delante, no le valen promesas de que les vas a pagar en 2 días… Qué ejemplo de profesionalidad…

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